miércoles, junio 17

Muerte súbita de sueño

Hay una lucha muy inútil segundos antes de verte la cara
el  cuerpo se violenta pero no tiene fuerza para golpear.
En la oscuridad de la lucha siempre aparece la sombra,
me toma con fuerza pero no tiene manos.
 Tengo miedo
y el miedo me tiene por los hombros.
Aprendí a despegarme con los ojos bien cerrados
fuera de ellos está la sombra y sé que quiere mi cuerpo
¿Por qué no me ves?
¿Por qué no me escuchas?
Es inútil resistirme.
Son sólo segundos pero no sabemos
si más allá de mi mente existe algo más grande que espera con paciencia
a que abra los ojos
que me despegue de ti.
A veces temo que lo que me despierte no sea tu aliento
sino las fauces del inframundo
¿Dónde estaré cuando despierte?
¿Vendrás a buscarme si no despierto junto a ti?


*Este fue un ejercicio que realicé en un taller de escritura creativa impartido por Horacio Valencia, en la escuela ALTAZOR. Se trata de hacer un poema visual (la imagen de arriba) y a partir de ello hacer un poema escrito. 

miércoles, junio 3

Las tristezas más duras se llevan siempre sola
nadie sabe el lío que revuela en la mente
y puede asomarse la nubosidad pero no están cargadas de palabras
y aunque el agua fluya río abajo
no es sonoro su camino
sino solemne,
letal.
Por eso la puerta permanece cerrada,
volvemos nuevamente a la pared.
Pared, techo, piso.
Pared, pared, pared.

sábado, marzo 14

Arena

Puede ser que lo mejor ya me haya sucedido
y después de ello no quede nada más que el desierto.
Y ya no es aquél desierto que en algún punto se funde con el mar
es sólo un desierto que me quema la cabeza
y me llena de varices el alma.
Mejor no camino.
Es que caminar ¿para qué?
¿Hacia dónde?
Tendré acaso una laguna en el cerebro
porque no recuerdo hacia dónde quedaba el mar.
Y en el mar no hay peces
ni brillo en la espuma.
El mar es un mar plano
en el que nunca vislumbré futuro.
Soy la paria en mi tierra de parias
no tengo derecho de nadar.
Aquí se nace así,
con demasiado sol en la cabeza,
con demasiado desierto en el alma.
Y no es más que arena
esos pensamientos que tuve
que el viento se encargó de esparcir.
Estoy sentada en el cactus seco
esperando que el viento convierta esta estatua en arena
para poderme separar.

domingo, febrero 22

A mis muertos

Es muy extraño cuando alguien, que ha sido muy importante en tu vida, de pronto se convierta en una idea. Está ahí, en tu imago, pero no como la persona física que constituía no sólo una carne sino una identidad cargada de emociones y peso, ahora es una idea, una idea que pendula en tu cabeza como un mito. Es una idea que remite a un espacio físico-emocional, pero no es ese espacio en sí, sino que está filtrado, pues ya no es una persona, es un símbolo. Por eso cuando pienso que ha muerto, puedo verlo ahí, en mi cabeza, aferrándose a la carne, a mis entrañas y no muere del todo, está vivo.
Puedo medir su existencia en lágrimas, porque la simbología no duele, puede remitir al dolor pero el dolor filtrado difícilmente produce llanto. Y al llorar el dolor de haberlo perdido, me aferro yo también a esa carne inexistente, porque el día que no llore más sabré entonces que ha muerto y que, invariablemente, no estará por ahí en una especie de cielo, observándome, cuidando de mí.
Se habrá entonces desvanecido en la noche de la muerte y no podré ya mirarle los ojos sin brillo. Tendría que conformarme con una idea de lo que un día significo para mí, la nostalgia. Y esto me resulta completamente alienado.
Por eso en el llanto he encontrado el único consuelo, de saber que está muerto y yo lo vivo en mi carne.  

martes, febrero 3

Se asoma la imagen al espejo
y cuando volteo ahí está
temblorosa.
Tiembla porque el miedo sacude
todas las células.
Y no es la mirada única,
es saberse observado.
El odio se esparce como el calor
y crece de manera desmesurada.
Así, cuando cierro los ojos,
lo siento crecer...
¡Y cuando los abro
la imagen es monstruosa!
El odio ha crecido a escalas exorbitantes
y esta imagen ya ni tiembla,
sin fuerzas ha quedado ya.
Por eso el mar rompe a menudo
y en el mar no hay vida
sino muerte.
La muerte es esa que se espera
sentada
frente al espejo.
El cuarto es solo,
la imagen es tiniebla.
Vasta solo un observante
para odiar
para sentarse
fracasado.
Y el olor...
ese agrio aroma
que exuda la tristeza.
Por eso en la conclusión
ya no puedo respirar.

lunes, enero 26

Dormida

-Te pido de favor que vacíes la memoria, Tali. La mía, la que te confesé hace rato, en la cámara.Un día verás que no son tonterías las historias de tu madre.
Mira, que allá vengo ya, cuando llegue el momento, no me sigas. Ahí me tendrás siempre en video y si no, cierra los ojos y en tus
sueños te visitaré. Ya se acerca Ramona, pero esta camina erguida y con paso firme, recuérdame así, hijo.
-¿A dónde te llevas, mamá?
-A descansar, hijo.
Las vi sonreírse mutuamente y caminaron charlando despacio, las Ramonas, era Ella, la misma, hablándose, dirigiéndose, no sé hacia dónde.
La brisa me trajo alguna frase "Es tiempo, déjame mostrarte el camino", Ella lloraba, pero no parecía triste.
No pude cumplir mi palabra, la seguí hasta donde solía ser su recámara, todo estaba ordenado como cuando vivía con mi padre. Caminé hacia el comedor y
ahí estaba Él.
-¡Papá! ¿Qué está pasando?
-Está pasando -Dijo y sonrió.
Desperté entonces, mamá, y estabas tú, y eras una, la misma, dormida.