lunes, junio 2

Una vez en un avión.

El sexo es un juego muy solitario para aquellos que entregan el alma y a cambio reciben un cuerpo. Un cuerpo tibio que de manera lasciva entrega besos y caricias. Cuando es así, sólo se busca acabar con placer, encontrar un bienestar físico mediante el orgasmo.
Cuando el sexo es la expresión física del amor, no se recibe a cambio un cuerpo sino un alma, entonces la búsqueda de la cúspide no es el orgasmo, sino la comunión.
Entregarle el alma a un cuerpo a menudo termina con final dual: uno derramando la semilla placenteramente, y el otro vacío, sin alma y (generalmente) sin orgasmo.
La comunión de almas es un medio divino para el hombre, pues la necesidad instintiva del sexo no se remite exclusivamente a la procreación o al gusto por el mismo, sino a la expresión muda de un sentimiento mutuo, es ahí donde se logra la conexión divina.
Por un momento somos capaces de coexistir juntos en un plano suprahumano lejos del mundo, sus problemas y sus ruidos. 

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